¡Que soy compañero, coño!

¡Que soy compañero, coño! La conocida expresión que recorrió el país y se hizo famosa, a raíz de los incidentes de las manifestaciones del pasado 25 de septiembre de 2012 en Madrid, cuando un policía nacional actuando de incógnito fue amablemente reducido  por sus compañeros policías antidisturbios (haciendo éstos uso de la mínima fuerza necesaria y proporcional a las circunstancias) y éste les indicó que era compañero de profesión. Por si alguien no lo recuerda está aquí.

Esta expresión, que se ha convertido en motivo de chascarrillos y chistes varios, reduce y sintetiza, a modo de caricatura claro, lo que vengo a desarrollar en esta entrada, que viene a ser la exigencia o necesidad de un cierto comportamiento, o ciertas deferencias formales (y materiales) entre los miembros de un colectivo, generalmente profesional, cuando interactúan entre ellos.

Defiendo la existencia de cierta deferencia con los compañeros de profesión, en este caso abogados, ciertas formas (las formas siempre son importantes), cierto tipo de conducta inexcusable. Me tacharán de corporativista, pero no, no hablo de corporativismo, no me refiero a «protección corporativista» a toda costa, se trata de cuidar la profesión,  y consecuentemente cuanto más cuidada esté la profesión más cuidados estarán los clientes y mejor defensa legal practicaremos. Estoy hablando de normas de comportamiento del abogado que vienen recogidas en el Código Deontológico, y que no sólo es que no se observe por muchos abogados, es que creo que muchos no saben ni que existen.

¿A que viene darles esta chapa?, pues que últimamente, bien sea por la crisis que destapa lo mejor y lo peor de nosotros, o bien por otros motivos me encuentro con situaciones realmente lamentables, ya no sólo porque me perjudican a mí, que es lo molesto, sino porque una persona está siendo mal defendida o representada por su abogado, y porque entiendo que es una enorme falta de respeto.

El primer ¡ZAS! en la boca me lo llevé al poco de empezar a ejercer, por un abogado de una firma muy conocida en una ciudad «pequeña» como es Las Palmas de Gran Canaria (aprox. 380000 hab.), y que representaba a una conocida e importante empresa distribuidora de material de limpieza. Yo era (más) joven, incauto y además me faltaba algo de la mala leche que se adquiere irremediablemente con los años de ejercicio; pues bien al Sr. Abogado Importante no se le ocurrió otra cosa que llamar directamente a mi cliente para negociar con él, que aparte de que lo prohíbe el Código Dentológico, es de muy malnacido, pero no contento con negociar le habló mal de mí y le dijo que no le estaba representando bien y otras lindezas de muy buen gusto. Lo único que hice después de hablar con mi cliente y quedarme atónito, fue llamarle para medio reprenderle (recuerden que era inexperto, si me pilla ahora se entera), y asumí, sin entenderlo, que esto iba a ser la jungla.

De este primer golpe me quedó una cicatriz, con forma de «no te fíes de nadie».  A partir de ahí, he tenido varias experiencias religiosas con algunos semidioses del sector de los picapleitos, desde aquél que no puede quedar contigo para intentar llegar a un acuerdo porque no tiene tiempo (otra vez el Código Deontológico al carajo), pasando por otros que si quedan contigo tiene que ser en su despacho (rebosando saber estar), hasta algún abogado que tenía una secretaria contratada que padecía alzheimer, y no le daba nunca mis recados

Hace unos meses una clienta a la que le estaba llevando el divorcio de mutuo acuerdo, hizo una consulta a una  «compañera abogada» (para una segunda opinión supongo y armada con el borrador de la demanda que había elaborado yo) , pues esta «compañera» le dijo,  que la demanda estaba ¡¡mal redactada!! Que tenía fallos, ojo se trataba de divorcio sin hijos, con separación de bienes y sin liquidación de bienes comunes…!!! Pues bien mi clienta la contrató, !! Magnífico, buen trabajo letrada!!

La gota que ha colmado el vaso de mi paciencia con este tipo de abogados impresentables es otra compañera, que ejerciendo en el turno de oficio me dice abiertamente que hasta que no presente demanda de alimentos no se sienta a negociar ningún extremo del asunto, y a pesar de que por medio puede haber una ejecución hipotecaria por impago,  y que ya llegaríamos a un acuerdo durante la tramitación del asunto, en otras palabras, yo me aseguro cobrar por la demanda y al cliente que le den. En este caso seguramente presentaré queja al respecto.

Dicho esto, me pregunto:

¿Es tan difícil devolver las llamadas y recados a un compañero? ¿Por qué compañero, si tú el imbécil, has dejado de saludarme desde que te gané aquel pleito? ¿No entiendes que te haces un flaco favor tratando así a tus clientes y compañeros? ¿Es tan difícil tratar con educación a tu compañero de profesión aunque no tenga tu experiencia, recursos económicos o clientes de renombre? ¿Te resulta difícil entender que lo primero es el cliente y todo debe ir orientado a eso, o tu ego no te permite verlo? ¿Eres tan gañán que no entiendes que se necesita cierta vocación para ejercer en el turno de oficio?

Puede que sea un iluso, pero no creo que sea tan difícil, igual con un poquito más de educación y respeto todo sería más agradable incluso más fácil, y de paso representarías mejor a tus clientes, y así no tendría nadie que cargar con la mala fama de otro abogado que se dedica a ir haciendo el merluzo.

Y no, definitivamente de este tipo de abogados NO SOY COMPAÑERO,  únicamente comparto profesión.